jueves, 30 de enero de 2014

La ola asesina

Se llamaba Abbu Ndiaye, tenía 43 años y falleció hace un par de días tratando de fotografiar el barco en el que trabajaba desde la zona portuaria de Ondarroa. Parece ser que le hacía ilusión enviar una fotografía a su familia en Senegal. Pero la muerte disfrazada de ola se lo llevó por delante.

La práctica de la fotografía parece generar ciertas substancias que elevan nuestra autoestima y nos hacen perder el sentido del peligro. Desde luego la ignorancia también juega un papel macabro que en ocasiones provoca consecuencias fatales. Por eso les pediría a mis colegas y amigos que se dedican a la enseñanza de la fotografía que incluyan un apartado en el que se llene de miedo, precaución y recelo a unos fotógrafos que suelen ir demasiado lanzados en busca de la foto de su vida o que víctimas de la crisis y de empresas sin escrúpulos se tienen que jugar la vida para salir adelante.