Cuando las
fotografías sueñan suelen olvidarse de su creador. Se creen que son al mismo
tiempo una obra de arte y un artista o bien un documento excepcional y un
reportero aguerrido. Casi ninguna imagen se menosprecia. Hasta las fotografías
familiares de los más desfavorecidos sueñan con estar emparentadas con una casa
Real o al menos con una familia muy pudiente. Las fotografías más pasadas de moda suelen ser
las más presumidas y sueñan formar parte de la colección de un importante museo, o al menos ocupar un puesto importante en algún álbum familiar o en
un marco bien visible en la mesita de noche o en la sala de estar. Las fotos
también tienen pesadillas. Les asusta pensar que pueden acabar en un oscuro y
frío desván o víctimas del fuego, la humedad, los hongos, los virus
informáticos o las reacciones foto-químicas. En su vocabulario no existe la
palabra contenedor de basura, tijera, olvido o menosprecio.