Los amantes de la fotografía vivimos rodeados de cadáveres. En especial viejas cámaras reflex de 35 mm. que seguramente nunca utilizaremos. Algunos atesoramos una ampliadora Opemus y un equipo de revelado más o menos incompleto. Polvorientas cajas de zapatos suelen ser el ataúd de negativos en blanco y negro, descoloridas diapositivas y deslavadas copias en color. Incontables contenedores han hospedado legiones de anticuados equipos fotográficos. Algunas piezas valiosas acaban en tiendas de segunda mano.
El ocaso también llegó pronto a primitivas cámaras digitales de dos o tres megapixels, vetustos ordenadores con Windows 98 o el sistema 7 de Apple que han seguido también la senda del perdedor. En el camino también quedaron desorientados profesionales y aficionados.