sábado, 21 de febrero de 2015

La fotografía vista por un negativo


 Soy un negativo al gelatino-bromuro de clase media venido a menos por la crisis y el cambio tecnológico. Mi tamaño es de 6 x 6 cm. Kodak me sensibilizó con el nombre de Plus-X- Pan. tras exponerme una luminosa mañana  de primavera me revelaron con D-76. Me creó un fotógrafo dominguero con una Yashica Mat que me positivó con paciencia y esmero. La copia en papel ganó un segundo premio en un concurso. El positivo y el fotógrafo se llevaron todo el mérito. Pero a mí no me hicieron ni caso. Pasé varias veces por el suplicio de la ampliadora, una Opemus V que me abrasaba con una lámpara deslumbradora.  Varias de mis copias fueron expuestas en diversos certámenes, y una de ellas publicada en una revista de fotografía. Pero no sé donde andan. Tampoco sé nada de mi creador. Sus visitas al archivo y al laboratorio se espaciaron. No recuerdo cuando fue la última vez que me tomó en sus manos y me examinó en una mesa de luz. He pasado un tiempo casi infinito en un lugar húmedo y polvoriento. A veces gélido y en ocasiones tórrido. Parece ser que he sido rescatado. Me han quitado el polvo con un cepillo y me han reubicado en un archivador que llaman de ph neutro. Ahora me tocan con unos guantes de algodón. Dicen que es por mi bien, y lo entiendo. Pero añoró el roce de los dedos de la piel de un ser humano. Puede que su huella sea para mi como una droga dura a la que soy irremediablemente adicto. Mis condiciones de humedad y temperatura son mucho mejores, pero no me pagan nada de nada. Me han pasado por una extraña caja de luz que llaman scanner. Tras deslumbrarme comentan que mi imagen ha sido digitalizada en un ordenador. No ha hecho falta papel, ni productos químicos para positivarme. Como por arte de magia han tocado un botoncito y mi oscuridad relativa se ha transformado en una brillante copia positiva.  Me considero un superviviente privilegiado. Es cierto que no tuve la fortuna de ser un negativo tirado y revelado por gente como Ansel Adams o Walker Evans. Pero tampoco he tenido la desgracia de ser un negativo de papel de minutero o, Dios no lo quiera,  un vulgar paso universal 24x36. Afortunadamente no fui un negativo asesinado por uno de esos fotógrafos creativos que los ejecutan tras efectuar ciertas copias. Tampoco acabé en el cubo de la basura como muchos negativos revelados en una hora cuyos dueños sólo se quedaban con las copias. Me han contado que ahora apenas se generan negativos, ni tampoco las finolis diapositivas en color. Dicen que vivimos en la época de la fotografía digital en la que la mayoría de las fotos se hacen con teléfonos, apenas se sacan copias en papel y otros soportes y los negativos han dejado de existir, aunque a un archivo muy rechulo llamado Raw le llaman “el negativo digital”. No entiendo nada.