sábado, 14 de febrero de 2015

Una fotografía llamada deseo

Una fotografía llamada deseo viajaba despacio en un viejo tranvía. La imagen adornaba la parte exterior de vagón. Era casi tan alargada como una panorámica, casi tan delgada como una albúmina, tan sutil como una placa autocroma Lumière, con tanto detalle como un daguerrotipo y con una gama tonal propia de una foto de Ansel Adams. En la ciudad florecieron por cientos de miles los fotógrafos. Aparecieron docenas de asociaciones, comercios, agencias de modelos, librerías, escuelas y salas de exposiciones relacionadas con la fotografía. Llegaban de todas partes del planeta a fotografiar, ver exposiciones, asistir a cursos y comprar material fotográfico. Se celebraron innumerables congresos, talleres y subastas. La ciudad era una fiesta, una permanente primavera fotográfica, un eterno paraíso fotográfico.