De repente las cosas dejan de funcionar. Aparentemente suelen tener buena pinta. Pero algo falla y un bien preciado se ha transformado en un objeto inútil. Las reparaciones no siempre son posibles y se inventan o redescubren otras formas de salir adelante. Lástima que las puertas de vidrio carezcan de la seguridad y la sonoridad de las de madera. Golpear una puerta de cristal puede generar una avería todavía más cara y peligrosa que la de un timbre.