Por desgracia muchos de mis lectores se sienten como unos bolos derrumbados o algo parecido. Necesitan que les echen una mano para levantarse, encontrar trabajo, pagar sus hipotecas o aliviar una interminable lista de espera. En este contexto resulta particularmente doloroso que aumenten los bolos caídos, suban impuestos, bajen sueldos, cierren hospitales en Mallorca o suba el transporte público en Madrid.