martes, 4 de marzo de 2014

Medicina privada

Estaba muerto de sueño y me quedé dormido. Me desperté en un consultorio médico privado. No sabía como diablos había aterrizado allí, ni que me pasaba. De repente una amable señorita me llamó por mi nombre y me hizo pasar a la consulta. El doctor me recibió con una sonrisa y me preguntó el motivo de la visita. Le dije que no lo sabía exactamente.


Le expliqué que me sentía tan cansado y estresado que me había dormido en casa y despertado en su consultorio. El buen hombre dejó de sonreír y me dijo que era médico general y que no atendía casos psiquiátricos. Pero que me recomendaría a un conocido suyo particularmente competente y al parecer bastante caro. Le dije que no tenía dinero, que había agotado las prestaciones del paro, tenía una hipoteca imposible, una mujer mileurista y dos hijos que sólo pedían cosas de marca. Con cordialidad, pero con firmeza el señor doctor me invitó a salir de la consulta y contactar con un psiquiatra competente, un asistente social eficaz, un buen abogado o los tres a la vez.