Eran sobre las 4 de la tarde y a pesar del frío invernal el cuerpo me pedía una sesión de gimnasio y una sobredosis de jacuzzi y baño turco. Tal como están las cosas no estaba sobrado de buenas vibraciones. Pero mucha gente lo está pasando mucho peor que yo y ser el tuerto en el país de los ciegos te permite a veces reírte con la boca pequeña.
Crucé con buen paso los semáforos de Fabra i Puig/Meridiana y me situé en el lado de Fabra i Puig a la derecha bajando al mar. De repente perdí el equilibrio y caí al suelo. Noté un sordo dolor en mi muñeca izquierda y un insondable malestar en mis rodillas. El reloj había quedado hecho picadillo, las gafas de sol partidas en dos y el resto de mi cuerpo como si hubiesen pasado una manada de búfalos.
Yacía impotente y dolorido en el suelo boca arriba. Tres transeúntes me preguntaron cómo me encontraba y les solté que como Paquirrí cuando le empitonaron mortalmente. Otro me pregunto si me había mareado y le dije que no, que había tropezado. Un tercero afirmó que aquella zona estaba en mal estado y resbalaba. Entre los tres me levantaron y se ofrecieron a ayudarme en alguna otra cosa. Decliné su ayuda. No sabía si regresar a casa, ir a un centro de urgencias o acercarme al gimnasio. Al final me decidí por la tercera opción. Allí observé que no tenía heridas pero que mi rodilla izquierda estaba bastante hinchada. Me pegué una buena ducha. Tenía muchos problemas para subir escaleras, ponerme en cuclillas y flexionar mis rodillas. Pero caminaba sin demasiados problemas. Para celebrarlo me tomé un café con leche descafeinado con fartons. Al llegar a casa me puse una pomada antiinflamatoria en las rodillas y hielo.
No sabía si acudir a urgencias. Pero como no me dolía demasiado tomé un analgésico y un relajante muscular y visioné “Al sur de Granada”, una comedia de Fernando Colomo la mar de distraída. Al día siguiente acudí al médico de familia. No observó derrame y me recomendó reposo relativo, analgesia si dolor y ejercicios de rodilla.
Mi primer paseo fue para visitar el lugar del crimen. Allí observé el mal estado del pavimento y a lo que conducen los recortes del señor Trias, ese que cobra más de siete mil euros al mes y más de 38.000 euros de dietas al año y otros parabienes. No quise denunciar porque con el alcalde anterior, ese que se parecía Peter Ustinov, me pasó algo parecido y los servicios jurídicos me torearon. Pero claro, mi conciencia debía calmarse de alguna forma. Por eso escribo todo esto. Que les aproveche.
Las molestias en las rodillas duraron más de seis meses. Pero poco a poco fui haciendo vida normal. Y cuando estaba más o menos curado llegaron dolores articulares aquí y allá. Pero esto es otra historia.