Un banco sin jubilados es como un armario sin ropa o una biblioteca sin libros. La presencia de los pensionistas transforma este conjunto de madera y metal en un espacio repleto de recuerdos, nostalgia, artrosis y otras lesiones. El climax se alcanza cuando el sol invernal o el fresquito veraniego ilumina unos cuerpos hambrientos de compañía y de oidos que les escuchen.