Hace más de cuarenta años que un amigo de la infancia me dejaba probar las barras de mentol que le regalaba su padre. Todavía evoco con emoción aquel sabor tan intenso. Helado como el hielo y reconfortante como el más cálido de los abrazos. Por entonces a los pañuelitos de papel les llamábamos Kleenex y eran una curiosidad que caían en nuestras jóvenes manos muy de vez en cuando. Ahora Kleenex es una marca más. Pero continúa siendo la Coca-Cola de los pañuelos desechables.