Todos tenemos dudas. Las arrastramos como cadenas, como losas de piedra, como pecados imperdonables. ¿Qué hacer? ¿Qué deshacer? ¿Qué dejar de hacer? Adelante, atrás, derecha, izquierda…
Es difícil pensar con la mente nublada por la duda. Resulta asfixiante afrontar las verdades eternas de tu prójimo. Esa evidencia que a veces te patea la cara y otras te da un golpe bajo. Vuestras certezas me llenan de dudas. Vuestras evidencias son un cúmulo de incertidumbres.