domingo, 10 de febrero de 2013

Poesía o prosa

¿Es posible escribir poesía o prosa viajando en un autobús en hora punta. Con sus aglomeraciones, frenazos, pisotones, sudores antiguos, calores insoportables, rateros, sobones y pesados? No hay misión imposible, pero resulta muy complicado.


En ocasiones hay que elegir entre quedarse adormilado o morirse de asco. Entre mirar a una atractiva joven o a una encantadora anciana. Puedes otear dentro y fuera del bus. Distinguir muchos coches parados o en movimiento. Nuevos o viejos. De los que se venden y de los que no se venden. Puedes atisbar también a gente caminando por la acera, cruzando un semáforo en rojo o un paso de cebra. Sentada esperando el bus, arrastrando un carrito de compra o un carrito de supermercado lleno de chatarra. Paseando sola o bien acompañada. Tomando el sol, fumando, jugando a los bolos, rebuscando en los contenedores y en las papeleras, colgando anuncios por las paredes, poniendo multas, prostituyéndose, leyendo, haciendo fotos e incluso escribiendo. Puedes descubrir a niños entrando o saliendo del colegio, a jóvenes emporrándose o a maduros encervezandose o encubatándose. No es difícil observar gente que escupe o mea. Resulta rutinario divisar a canes defecando. Hay gente que busca trabajo, otros buscan compañía. Hay quien regala su tiempo y su dinero y quien roba todo lo que puede. Hay también gente uniformada que cumple sus objetivos pidiendo profesionales la documentación a gentes de piel oscura o rasgos orientales. La ciudad está llena de gente sola, de parejas que se ignoran y de gente que habla sola. De grupos de amigotes y de pandilleros. También hay parejas que no dejan de acoplarse, de amigos solidarios y de solitarios que tratan de ser felices.