Lo peor que le puede pasar a una silla es perder el culo. Entonces deja de ser una silla y se convierte en un trasto viejo. En su día las sillas enfermas se llevaban al tapicero. Pero parece que ni la crisis hace resurgir oficios que nos ayudan a reciclar y a dar una segunda vida a nuestros fosas, tumbonas y sillas enfermitas.