Si los árboles pudieran hablar o escribir seguramente dirían cosas mucho más duras que las mías. Tal vez no entendamos su lenguaje y pensemos que consienten con resignación vegetal y paciencia todas las barbaridades que les hacen. Los usan de cenicero, de pipi-caca de perros y a veces de seres humanos y de basurero improvisado. Les cuelgan todo tipo de anuncios, particularmente de pintores, cuidadoras de ancianos, limpiaduras, canguros, masajistas y chicos para todo.