domingo, 2 de febrero de 2014

La tiranía del trabajo

Tal como están las cosas el mundo del trabajo resulta el ejemplo más paradigmático no es más de una exacerbación de la tiranía más absoluta. Cierto es que existen artistas, deportistas, artesanos, profesionales liberales y emprendedores que se ganan la vida con holgura,y hasta con lujo, haciendo, más o menos, lo que más les gusta. Pero en la práctica el común de los mortales trabaja a golpe de pito en enjambres de mayor o menor tamaño. Algunos son funcionarios, otros trabajan en empresas públicas y la mayoría currela en la empresa privada. Hay sitios peores que otros. Pero en ninguno de esos lugares existe lo más parecido a la democracia. Todo va por normativas, proyectos, objetivos y estrategias más o menos fatales. Un ejército de sargentos y de mandos intermedios se encarga de poner orden y hacer cumplir las órdenes. Tener ciertos conocimientos de ética, derechos humanos o derechos laborales suele ser premiado con una bonita carta de despido. No importa que por cumplir objetivos relacionados con las “Participaciones preferentes”, el maquillaje de las listas de espera sanitarias, las multas esquizofrénicas, o los recortes a la ley de dependencia la gente se desespere, se arruine, empeore su calidad de vida o se muera. La mayoría de los trabajadores y de los sindicatos están atados en una espesa y asfixiante tela de araña. Cualquier réplica condena al trabajador a un despido seguro que en épocas de crisis como la actual es igual al desespero más absoluto, a la muerte en vida, a la nada.