domingo, 9 de febrero de 2014

Pez de ciudad


Se alimenta de todo lo que pilla. En especial de la imaginación del artista que lo creó. No necesita agua, ni oxígeno para respirar y se mueve de maravilla en las superficies metálicas. De apariencia risueña y sobrado de peso, disimula un instinto depredador y asesino del que no se librará tarde o temprano el lector de estas líneas. Ya puede ir pensando, querido amigo, en hacer testamento.