miércoles, 19 de agosto de 2015
El amor en la edad madura
En la cincuentena el fuego de la pasión todavía calienta. Sobre todo si se trata de parejas bien-avenidas. Tal era el caso de Laura y Martín que subían con inquietud las escaleras de la parada del metro más cercana al hospital. Por casualidad les habían citado el mismo día y casi a la misma hora para darles el resultado de las pruebas que les habían realizado. Laura arrastraba una mala temporada con hemorragias que le habían provocado entre otras cosas una anemia de hierro. Se temía algún tumor gástrico. Pero el médico le acabó diagnosticando unas hemorroides algo aparatosas. Martín sufría problemas urinarios que le amargaban las noches y las caminatas. El urólogo le comentó que padecía una hiperplasia benigna de próstata que había que controlar. Laura y Martín habían quedado tras las visitas, si todo iba bien, en una cafetería cercana al centro sanitario. Allí se dieron un beso casi tan apasionado como el de la imagen de Liechtenstein que ilustra este relato. Comentaron lo descansados que se habían quedado tras unos diagnósticos relativamente benignos. Tras el desayuno regresaron a su domicilio. Allí se desnudaron y se observaron con complicidad y deseo. Ya no eran jóvenes. Pero hicieron el amor casi como la primera vez que se conocieron. Tal vez el ardor sexual no fuera el mismo. Pero la complicidad y el cariño superaba con creces sus disfunciones.