Aunque no lo queramos reconocer casi todos
vivimos a la defensiva. Sólo un puñado de valientes o de atrevidos es capaz de
sacar pecho, arriesgar y llevarse una buena recompensa o un buen funeral. Sin
embargo al utilizar una cámara se nos suele desatar un atrevimiento y una
temeridad que nos depara más de un contratiempo. La cámara hace atrevido al más
pusilánime.