sábado, 15 de agosto de 2015
Elogio de los peluqueros
Después de cenar una ensalada con un poco de pescadilla me ha entrado una nostalgia que no me ha abandonado al tomar un vaso de leche caliente con cacao. Mis recuerdos se han disparado tras visionar esta foto que tomé en Requena hace unas semanas: Me ha parecido ver una especie de vídeo en el que se entremezclaban de una forma desordenada y confusa mis visitas a la peluquería desde que era niño hasta la actualidad. Destacan los recuerdos infantiles de mi vecino José Antonio que quería cortarse el pelo con el empleado más viejo de la peluquería de mi barrio o de mi compañero de colegio Juan a quien su padre hizo volver a la barbería para apurarle más el corte. Mantengo muy vivos mis problemas para comunicarme con un peluquero sordomudo de Utiel, o del relato de mi amigo Xavi sobre sus experiencias en una peluquería de Amsterdam y últimamente en los salones de belleza regentados por ciudadanos chinos. Afloran a mi mente las ocasiones en que una amiga me cortó el pelo al estilo de las enfermas psiquiátricas del manicomio dónde trabajaba como auxiliar de clínica. Entre tanto se me ha caído casi todo el pelo y cada vez voy con menos ilusión a la peluquería.