Los lugares turísticos acostumbran
a estar atestados de turistas con cámara. Lo normal es que disparen a troche y
a moche. De esta forma quien no fotografía deviene un ser un tanto extraño. En
los barrios periféricos, por el contrario, lo raro es ver algún turista
despistado y tomando fotos. Pero lo extraño es ver a un autóctono fotografiar
su entorno. La gente suele tratar de forma desconfiada a estos fotógrafos
callejeros.