¿Somos realmente libres para elegir la fotografía que
tomamos? ¿Hasta qué punto no nos dejamos influenciar por nuestros clientes,
nuestros modelos, nuestros acompañantes, nuestras creencias, nuestra
imaginación, nuestra ambición, nuestras
ilusiones, nuestra prisa, nuestro cansancio o nuestra torpeza?