Fotografiar tendría que ser
un acto derivado de la contemplación. Es decir, del acto de mirar con placer,
atención o detenimiento. En la práctica muchas fotos se hacen por pura inercia,
impulso o rutina. De esta forma ni se mira, ni se admira, ni se contempla nada.
Mucho peor, sin embargo, resulta fotografiar sin contemplaciones. Es decir
captar imágenes sin ningún sentido del respeto, el decoro o el pudor. La mezcla
letal de alcohol y otras substancias con la tecnología digital suele ser la
principal causa de este desbarajuste fotográfico.