Querámoslo o no, las
fotografías acaban más pronto que tarde condenadas a cadena perpetua. Las mías dormitan en álbumes, cajas, sobres,
archivadores y archivos digitales. Reconforta reencontrarte con viejas
conocidas que suelen envejecer mucho mejor que tú. Pero también marea un poco.
Tantas miles de imágenes forman un caótico potaje de sales de plata, pixels y
tramas de imprenta. Cuesta aclararse. Pero sobre todo es difícil distinguir el
grano de la paja. Seguro que la nostalgia me hace sobrevalorar ciertas
imágenes. Otras muchas, sin embargo, pasaran para siempre desapercibidas por unos
ojos que no pueden ser objetivos con su pasado. Tarde o temprano alguien hará
justicia. Para entonces yo ya no estaré.