lunes, 4 de mayo de 2015

Si las fotografías hablasen

Los archivos fotográficos personales, privados o públicos se convertirían en unos auténticos gallineros. Las imágenes protestarían enérgicamente por el injustificado castigo que sufren en álbumes, cajas de zapatos o de galletas, cajones de sastre, , oxidados archivadores de anillas, paspartús deteriorados, sobres viejos , antiguas carpetas escolares. También se quejarían las afortunadas reubicadas en sobres, cajas  y carpetas confeccionados con cartón o plásticos de calidad de archivo de larga permanencia. Bien, regular o mal conservadas las fotografías se quejarían de su falta de libertad, de lo injustificado de su condena, de la convivencia forzada con imágenes poco recomendables o conflictivas, de las malas condiciones de archivo en el ámbito doméstico y en ocasiones en el público. Una queja unánime de las imágenes fotográficas es la de su soledad, el frío o el calor que sienten en ciertos ambientes. También acusan los sinsabores  que sufren al ser recortadas, viradas, manipuladas por diferentes procesos fotoquímicos  e informáticos que les causan grandes molestias  e incomodo.