Los archivos fotográficos
personales, privados o públicos se convertirían en unos auténticos gallineros.
Las imágenes protestarían enérgicamente por el injustificado castigo que sufren
en álbumes, cajas de zapatos o de galletas, cajones de sastre, , oxidados archivadores
de anillas, paspartús deteriorados, sobres viejos , antiguas carpetas escolares.
También se quejarían las afortunadas reubicadas en sobres, cajas y carpetas confeccionados con cartón o
plásticos de calidad de archivo de larga permanencia. Bien, regular o mal
conservadas las fotografías se quejarían de su falta de libertad, de lo
injustificado de su condena, de la convivencia forzada con imágenes poco
recomendables o conflictivas, de las malas condiciones de archivo en el ámbito
doméstico y en ocasiones en el público. Una queja unánime de las imágenes
fotográficas es la de su soledad, el frío o el calor que sienten en ciertos
ambientes. También acusan los sinsabores que sufren al ser recortadas, viradas,
manipuladas por diferentes procesos fotoquímicos e informáticos que les causan grandes
molestias e incomodo.