Con cierta
frecuencia sostengo un vis-à-vis con la historia de la fotografía. Se trata de
unas relaciones afectivas e intelectuales. Ambos ofrecemos lo mejor de nosotros
mismos para que la comunicación sea satisfactoria. Los encuentros suelen tener
lugar en mi habitación-estudio o en mi trastero. Una docena larga de cajas
esperan en ambos espacios que las lean, toqueteen, subrayen, escaneen, fotografíen,
copien o resuman. Tras la relación la satisfacción es mutua; las fotocopias,
notas, escritos, revistas, libros, postales, folletos y fotografías dejan de
ser un montón de hojas olvidadas y se sienten felices de sentirse útiles,
apreciadas y hasta amadas. Un servidor toca la felicidad al volver a manejar
unos papeles que pueden y deben ser revisados y completados con nuevas
investigaciones.