No es habitual que dos mujeres confiesen su atracción en una pared. Su amor no es mejor, ni peor, que el de un hombre y una mujer. Pero su práctica está cargada de problemas, en ocasiones mortales, por la tradición judeo-cristiana e islámica que impera en nuestro entorno. Decimos que vivimos en sociedades justas y democráticas. Pero en países como Irán se ahorca a los homosexuales. Y en nuestro querido occidente se les trata en demasiados lugares como apestados sociales. Ahora que la Independencia de Cataluña está en el candelero, vale la pena reflexionar si no sería necesario reinvindicar como prioritarias las libertades individuales sobre las étnicas, culturales, o religiosas. Sería interesante marcar lineas rojas que nunca deberían ser cruzadas y protocolos de buenas prácticas para que una sociedad sea lo suficientemente abierta y tolerante como para merecer la pena vivir en ella.
Ustedes me perdonarán soy un puto ácrata individualista y me resulta más fácil de aceptar la homosexualidad que la caza de brujas, los campos de exterminio, el gulag, la revolución cultural, los recortes neoliberales , el rescate de los bancos,y los patrioterillos de tres al cuarto.