Hasta el fin de la guerra civil Barcelona fue capital de anarquismo. La represión franquista y el consumismo capitalista descafeinó la ciudad de sus esencias ácratas. Ahora que le vemos las orejas al implacable lobo de la crisis es el momento de buscar lo mejor de un movimiento social que dignificaba al ser humano y en el que la solidaridad, la camaradería y la justicia social estaban por encima de todo.