A nadie le gusta estar como una regadera. Pero a las regaderas les gusta su trabajo. Las plantas domésticas se lo agradecen eternamente. Los vecinos del piso de abajo también. Algunos falsos amantes de las plantas las riegan más de la cuenta y de cualquier manera. La regadera ayuda a distribuir el agua de forma racional, a no ahogar las macetas y a no dañar la galería del vecino.