El sabor de los berberechos me retrotrae a mi adolescencia. Le gustaban mucho a mi primo Emilio. Los sazonaba con tabasco y los solía degustar con una cerveza bien fría. Los setenta fueron tiempo de ilusión, de esperanza y de deseo. Pero también de dolor y de muerte. El deceso del tirano era un anhelo de todas las personas bien nacidas. Pero en el camino muchos sufrieron prisión, tortura y la muerte. Hace mucho tiempo que no tomo berberechos pero un día de estos voy a comer con mi primo y seguro que por algún sitio sale una lata de berberechos.