miércoles, 17 de abril de 2013

Naranjas y mandarinas

Quién esté libre de dudas que tire la primera piedra. Es normal vacilar entre naranjas y mandarinas. Casi todo es cuestión de gustos. Pero también influye el precio y la variedad. Por suerte es una vacilación menor. Muchos podemos permitirnos el lujo de comprar un kilo de ambas. O tal vez alternar su adquisición cada vez que visitemos la frutería. Incertidumbres parecidas se plantean al leer la prensa de matutina, el café del desayuno o el menú del día. El problema se magnifica ante decisiones que afectan a tus estudios, tu trabajo o la compra de grandes bienes de consumo. Dilemas parecidos se plantean en el terreno afectivo y ahí el asunto no tiene clara solución: Existen demasiados besos, abrazos y caricias imaginarios y reales que no tienen siempre el mismo rostro, ni la misma piel. De la misma forma que en ocasiones pensamos en las mandarinas mientras comemos naranjas o evocamos el gusto de un té a la menta al tomar un café con leche.